Era difícil superar el éxito de la edición de 1990, la cual había a la vez cerrado un ciclo de vida (ligado a la Base Aérea de “El Bosque”) e iniciado otro, el de las grandes ferias internacionales y de los negocios multi-horizontes. En el año del Quinto Centenario del descubrimiento del continente americano por el navegante italiano Cristóbal Colón, con el apoyo de los Reyes Católicos, el mayor evento tecnológico del continente no podía fallar.

Un año después de las operaciones de la Guerra del Golfo, la aviación militar norteamericana fue la reina de la fiesta, con una presencia excepcional: dos F-16C, dos Fairchild A-10 antitanques, un bombardero Rockwell B-1B “Lancer” de la Base Aérea de Dyess, y sobre todo dos Lockheed F-117A “Nighthawk”, el avión furtivo bautizado en la prensa como “invisible”. Estos últimos se quedaron en el aeropuerto de Pudahuel, pero con la posibilidad de ser visitados por el público.

Acompañándolos habían venido dos reabastecedores McDonnell Douglas KC-10 y Boeing KC-135. El tradicional aliado británico trajo también dos “Tornado” GR.1 de su unidad estrella, el Sqn 617 “Dambusters”, ampliamente demostrados en operaciones y volado por el Comandante en Jefe de la FACH, General Ramón Vega Hidalgo, así como dos “Harrier”, esta vez del modelo más moderno GR.5, acompañados por un transporte Lockheed C-130H-30 de la base de Lyneham, reconocible por su fuselaje alargado, un reabastecedor Vickers VC-10, y un Bae “Nimrod” venido de Kinloss en Escocia, que la prensa no especializada bautizó indiferentemente como “avión de espionaje espacial” o de “aeronave científica”. Pero la verdad era otra, y el aparato de patrulla marítima, que sería pronto retirado, venía con la esperanza de lograr un mercado por parte de la Armada.

Por primera vez en Chile, un avión de combate, aunque grande, hizo entonces una demostración pública del uso de las bengalas destinadas a engañar los misiles guiados por infrarrojos. Difícil de no distinguir, a la cabeza de la delegación inglesa, la estatura generosa del Group Captain Iveson, ex-agregado en América Central, y sobre todo ex-jefe de escuadrilla de “Harrier” en las Malvinas.

La parte defensa también fue importante, con la presencia del sistema de defensa antiaérea Migalle, dotado con estaciones de fuego Aspic sobre jeep Peugeot P4 y radar de control Samantha sobre un camión francés Acmat, y por parte de la industria chilena, la exhibición de dos prototipos Piraña 6×6 y 8×8, armados respectivamente con un cañón israelí IMI de 60mm de alta velocidad (el cual equipó los Sherman M-51), y un cañón de 90mm. La industria americana trajo su Cadillac Gage “Stingray”, de cometido similar.

Sería injusto olvidar atracciones y performances que, por muy habituales, no eran menos brillantes, como la rutina del F-5E de la FACH, la presencia de un “Pucara” argentino con un camuflaje inusual, las demostraciones diarias del nuevo Dornier 228 de la compañía Aerocardal, o la rutina inspirada de los pilotos de prueba de ENAER a los mandos de los T-35 “Pillán” y “Aucán”, que no hicieron olvidar el accidente fatal del piloto Francisco Izquierdo al mando de un “Ñamcú”, un mes antes de la feria. Tampoco se puede olvidar la presencia inesperada del bimotor de transporte ligero checo LET-410, y del nuevo helicóptero BK-117 de la FACH. Pero es cierto que la película, se la robó el “Harrier” GR.5 de la RAF, cuando su piloto olvidó bajar el tren de aterrizaje para un “toque y despegue”. Después de un desliz perfectamente controlado, el avión de despegue vertical volvió a elevarse y terminó su presentación antes de aterrizar, esta vez normalmente…y un responsable de la firma sorprendió a la prensa exclamando: ”¿Y Ustedes saben de otro avión capaz de hacer lo mismo?”. Al otro lado del espectro, el inmenso B-1B dejó atónito el público con el rugir de sus cuatro reactores y la demostración de su inesperada agilidad a baja altura, lo que permitió apreciar su nombre “Grand Illusion II”, por cierto una fina alusión cinematográfica al clásico de Jean Renoir, una de las películas de aviación más inolvidables de la historia.

Con todo, la prensa casi dejo escapar celebridades como el astronauta de la NASA James Adamson, poseedor de una marca envidiable con 334 horas de misión en los transbordadores Columbia y Atlantis. Definitivamente, quedó en el olvido la frustración causada por la renuncia, a última hora, de la industria rusa con sus estrellas MiG-29 y MiG-31, agobiada por problemas de todas clases. Con 320 expositores llegados de 28 países y ocupando 500 stands sobre 20.000 metros cuadrados, la FIDAE 92 había conseguido cifras 24% superiores a la edición precedente.

“Todos esperan con ansias ver las presentaciones de los aviones rusos como los MIG y los Sukhoi pero siempre hay algún impedimento que no les permite estar presentes en FIDAE y esta es la primera FIDAE que se pierde DA Fumaca.” (Rafael Shinya).

Fuente: FIDAE SKIES (CIELOS DE FIDAE 2004)

FIDAE 1992, Los Cerrillos